Si se observa con detenimiento, todos
tenemos nuestras complejidades, nuestras debilidades y nuestras
excentricidades. Hay cosas que hacemos y cosas que nunca haríamos ... o que sólo
haríamos en determinadas circunstancias. Cosas ante las cuales los demás se
ríen, sacuden la cabeza, se sorprenden.
Cosas singulares que sólo nos pertenecen a
nosotros.
Yo, por ejemplo, colecciono reflexiones.
En mi dormitorio hay una pared llena de papeles de colores con reflexiones que
he recogido para que, en su fugacidad, no se pierdan. Reflexiones sobre
conversaciones escuchadas sin querer en un café, sobre los rituales y por qué
son tan importantes, reflexiones sobre los besos en el parque por la noche,
sobre el corazón y las habitaciones de hotel, sobre las manos, los bancos del
jardín, las fotos, sobre los secretos y cuándo se revelan, sobre la luz en los
árboles y sobre el tiempo cuando se detiene.
Mis pequeñas notas se agarran al papel
pintado como mariposas tropicales, momentos capturados que no tienen otra
misión que permanecer a mi lado, y cuando abro el balcón y una suave corriente
de aire barre la habitación, tiemblan un poco, como si quisieran echar a volar.
—¡¿Qué es esto?! —dijo Claude, con
las cejas levantadas con incredulidad, cuando vio mi colección de mariposas por
primera vez. Se paró delante de la pared y leyó algunas notas con atención—.
¿Vas a escribir un libro?
Yo me sonrojé y sacudí la cabeza.
—¡Por el amor de Dios, no! Lo hago...
—Tuve que pensar un instante, pero no encontré ninguna explicación
convincente—. Simplemente lo hago, ¿sabes? Sin ningún motivo. Igual que otras
personas hacen fotos.
- La sonrisa de las mujeres, Nicolas Barreau.